Descripción:
Señores: al recibir ayer á la Comision delegada por todos ustedes para felicitarme en mis dias y ofrecerme, con tal motivo, un delicado presente, pude reconocer una vez más hasta qué punto el carino preocupa y ciega. Solo
así se comprende cómo unos jóvenes, á quienes cotidianamente he de dar, mal de mi grado, palpables muestras de mi imperfeccion y en cuya enseñanza debo, con tanta frecuencia, suplir por la voluntad lo que de sabiduría me falta, incurren al juzgarme en tal exageracion que me crean merecedor de la sublime joya puesta ayer en mis manos. Si á mi pequenez dedican Vds. una pluma de oro, ¿de qué recurso habian Vds. de echar mano si, por dicha suya, hubieran por maestro á alguno de esos grandes génios de las letras, que han admirado á las generaciones con sus escritos? ¿Qué, pues, sino el afecto, ese multiplicador de los objetos simpáticos, ha podido mover á Vds. á llamarme á mí, de quien pocos tienen que aprender, á mí, á quién tantos pueden ensenar, á llamarme, digo, modelo de escritores, ya que esta es la calificacion que en el lenguaje simbólico dirije la aúrea pluma á quien la recibe?
Hondo, muy hondo debe de ser en mi alma el convencimiento del afecto que Vds. me profesan, cuando he podido, á despecho del claro conocimiento que de mi mismo tengo, aceptar de manos de la comision, á impulsos de mi profundo agradecimiento, la valiosa prenda que de parte del Curso me ofrecia.