Descripció:
Señores: Así como la piedra diamantina labrada por la mano del: hombre ostenta su incomparable brillo y lanza el va-
nado reflejo de sus facetas, también la ciencia, cultivada por nuestro entendimiento, irradia potentísima
luz, con tantos matices como diversas son las ramas de la cultura humana. Y si en aquel precioso mineral, las múlti
ples irisaciones que le embellecen surgen de una sola, pura e inmutable substancia cristalina, asimismo ocurre que las diferentes modalidades del conocimiento, emanan de un solo principio, purísimo, diáfano e indestructible. Este principio asienta en el más noble anhelo del espíritu humano, el afán de saber, y se desenvuelve siempre hacia una misma elevada meta, la realidad científica. Y como este idealismo es común a toda labor inquisitiva del racio
cinio, por más diversas que sean, y por más antitéticas que parezcan las ramas del saber humano, han de resultar tan armónicas entre sí como armónicos eran los atributos del precioso mineral con la substancia única que lo definía. No puede haber incompatibilidad ni choque alguno entre unas y otras ciencias, y debemos desechar toda aparente disparidad entre ellas, confiando en que surgirá definitiva mente el acuerdo, cuya evidencia es sólo cuestión de tiempo. Este
será el resultado que se obtendrá, siempre y cuando nos atengamos a las adquisiciones firmes y desechemos las elucubraciones hipotét icas o puramente imaginarias. Entonces la armonía entre las ciencias será absoluta, porque todas convergen al fin común de la posesión de la verdad, y la verdad es siempre una.