Descripción:
Excelentísimo Señor, Señoras y Señores:
Es aneja y laudable costumbre en quien se encuentra en las circunstancias en que yo me encuentro en estos momentos, disculparse del atrevimiento que significa dirigirse a tan respetable y selecto auditorio, alegando para
su descargo que a tal trance le llevaron, unas veces ineludible deber reglamentario, requerimiento de amistad otras, o mandatos no excusables de quien más puede o sabe, y de esta manera la modestia queda a salvo, y los que le escuchan convencidos de que el orador no trató de exhibirse a
costa de tristes remembranzas. Permitidme que rompa con esta tradicional costumbre y comience confesándoos, que si la Junta de Decanos de esta Universidad, al acordar que se tributara este justo homenaje al que en vida fué nuestro respetado jefe, ilustre compaÑero y amigo queridísimo, no me hubiera designado para hacer el discurso necrológico, honrándome como no
merezco, hubiera sido yo el que directamente lo habría solicitado, creyendo cumplir con un deber de gratitud hacia quien tanto quise en vida y cuya memoria no se ha de apartar jamás de mi mente.