Descripción:
Excmo. Señor, Señores Académicos, Señores:
Hay hombres a los cuales se sucede pero que no se reemplaza y uno de ellos es el digno y llorado doctor Comenge, mi antecesor en esta docta Corporación. Era yo aún estudiante cuando en las aulas de la vieja facultad y después de una conversación en que todos habían elegido ya una especialidad en el porvenir, me dijo un compañero hoy médico distinguido al ver que yo me callaba: «Tú con el tiempo vas a ser lo que Comengel» Sorprendióme de una manera tan honda, a la vez que tan grata aquella profecía, que nada acerté a responder. Y cuando hoy después de tantos anos recuerdo aquella escena no puedo menos de pensar que realmente hay en la vida algo del Fatum antiguo que nos trae por ignotas vias a seguir nuestro
destino. Trazar la biografía del Dr. Comenge no es hoy mi tarea y relatar
su noble labor es superior a mis fuerzas. Yo sólo puedo evocar aquella figura toda ella vida y espíritu que en un cuerpo tan chico encerraba un alma tan grande. Veo aun aquella mirada penetrante, inquisitiva y un si no es burlona pero con la bondad y la indulgencia del talento. Me parece contemplar aquella cara enjuta y aquel cráneo de pensador, de atleta de la inteligencia. Vivo creo verle aun en los sillones del Ateneo su hogar de erudito hojeando libras o revistas. Nada puede borrar de mi memoria aquella visión tan querida y hoy mismo que mi sola presencia en este recinto y entre vosotros es una triste prueba de su muerte me acomete la ilusión que me escucha y me mira cual si viera realizado su deseo de ver un día de la Acade mia. ¿Por qué mi malhadado destino ha querido que fuese su vacante
la que yo llenase? Pero si en ello hemos de verme una mano superior y
misteriosa bien pudiera creerme que ella senalaba con mayor solemnidad su testamento literario y médico. No puede caber mayor honra ni estímulo para el hijo del historiador de Cataluna de sus fueros y sus Cortes que suceder en esta Academia al eminente historiador de la Medicina catalano-aragonesa. El tiempo dirá y vosotros señores académicos si esta misión no excedía de mis facultades y si no os ha engañado el buen deseo y la confianza que haré siempre cuanto pueda para continuar mereciendo.