Excmo. S., Sres. Académicos, Señores: Sería poco sincero si no confesara la gran satisfacción que siento en este momento al ver colmadas una de mis mayores aspiraciones profesionales. Algunos lustros atrás, cuando estudiante, asistí a la recepción académica del Dr. Ribas y Perdigó en la que contestaba su discurso el Dr. Robert y confieso que desde aquella época, acaricié íntimamente la ilusión de pertenecer a esta Real Academia. Hoy veo satisfecha mi ilusión y me considero recompensado en zxceso, atendido el escaso valor de mi modesta personalidad, cuyos méritos son insuficientes para colaborar dignamente con vosotros. Peón de la cirugía, trabajador como el que más, en buscar la perfección de la técnica quirúrgica, siempre dispuesto a poner en práctica las más modernas y razonables operaciones, actor quirúrgico en más de 6,000 intervenciones, nada he creado de importancia; sólo puedo ostentar el título de esforzado jefe de una clínica hospitalaria donde he procurado salvar de la muerte o alejar el dolor a los pacientes que han solicitado mi concurso para tratarles sus dolencias. Ante vosotros me presento sin pretensión alguna y espero benevolencia para escuchar mi tema, falto de toda elegancia retórica, cuyo mérito, si es que alguno tiene, consiste en la buena fe y gran deseo de llamar vuestra atención sobre los beneficios que puede proporcionar al póttico la osteo-síntesis vertebral. Por dimisión del Dr. Morales Pérez, mi queridísimo maestro, vengo a ocupar el sillón que dejó vacante. Substituir una mentalidad tan eminente dentro de la cirugía espanola es muy difícil y vosotros Sres. Académicos seréis los primeros en apercibiros: solamente mi buena voluatad podrá compensar la diferencia que notaréis en el cambio. Finalmente, debo dar las gracias a todos los Sres. que componen tan Docta Academia por la honrosa distinción que me han hecho acogiéndome en su seno.