Señores: En el maravilloso comercio de la vida intelectual que uniendo entre sí á los sabios todos, forma de ellos un mundo de elección, distinto en sus elementos, diverso en sus orígenes y diferente en sus fines, del mundo puramente material en cuyo seno su órbita describe; en este mundo que no ocupa sitio en el espacio y que llega á prescindir basta del tiempo -tal es su carácter de inmaterialidad exquisita,- se verifica un fenómeno verdaderamente portentoso, que como no acierto á comprenderlo, con gran dificultad sabré explicarlo. En este mismo mundo cuyas actividades asombrosas á todo alcanzan y jamás se desalientan, no dejando en su afán siempre creciente problema que descifrar, secreto que sorprender, enigma que interpretar, misterio que discernir, y que siguiendo los caminos más intrincados y difíciles, logran las alturas en que tiene su asiento la verdad; en este mismo mundo, se engendran y maquinan absurdos artificios, sin base que los sostenga, sin dique que los encauce, sin freno que en su vertiginosa carrera los detenga, al dirigirse desalados, á las tenebrosas profundidades del error. Los explendentes rayos de la humana inteligencia, por misterio fatal é inexplicable, así guían, como ciegan; así prestan firmeza entendimiento vacilante, como desvanecen al espíritu más fuerte. Si por ellos vislumbramos las regiones en que toda perfección va á cobijarse, por ellos así mismo, somos conducidos al absurdo. Si la imaginación concibe el Cosmos, también la imaginación engendra el Caos! Es que el mundo intelectual, como engendro de la actividad del alma humana, jamás desdice de su realeza de abolengo. Si Newton, por una genial inspiración de su inteligencia jigantesca, derribó la hipótesis de los vertiginosos torbellinos imaginada por Descartes, no por esto, aunque negándola, dejamos de encontrar cierta grandeza, en semejante absurdo cosmogónico. Si los adelantamientos de la Física relegaron al terreno de la fábula las creaciones de la antigua Grecia y los delirios de la antigua Roma: si Febo ya no arrastra al sol; si Vesta no simboliza el sacro fuego; si Ceres no preside las cosechas, si Júpiter ha agotado ya sus rayos, si en el origen de los ríos ya no se cobijan las Náyades, si Neptuno ha abandonado ya los mares; sin que los mares dejen de existir, sin que los ríos dejen de correr, sin que los rayos hayan desaparecido de las nubes, sin que las cosechas se malogren, sin que el sol deje de alumbrar regularmente, la extensa superficie de entrambos hemisferios. Si el terrible golpe del hacha de Vulcano en la cabeza de Júpiter tonante, ya no engendra la sapientísima Minerva, sin que las ciencias, y las letras y las artes, hayan suspendido un solo instante, su desenvolvimiento colosal... Si hoy calificamos de fantásticas quimeras estas pléyadas de dioses con que los antiguos poblaban el espacio. no por esto dejaremos de admirar tales creaciones, y los dioses de Ja Grecia quedarán, aún siendo absurdos, como inextinguible huella, de la maravillosa imaginación de aquellos hombres.