Excmo. Señor, Señores Académicos, Señores: Un ineludible deber, emanado del reglamento por el que se rige esta Ilustre Corporación, me obliga a molestaros por breves momentos. Por un acto de vuestra bondad, más que de justicia, pues una y otra no van en ocasiones de común acuerdo, me elevasteis a un sitial donde jamás soñé llegar, y donde, lo digo sin eufemismo, no debí jamás llegar; pero vuestra benevolencia por un lado, y tal vez vuestro deseo de honrar en mi, un nombre que otros han hecho ilustre en esta Casa, han sido la causa de que me vea en el para mí trabajoso trance presente. No sé cómo saldré de él; mis fuerzas son muy pocas para tan grande empresa, pero me anima a emprenderla, la seguridad de contar de nuevo con vuestra benevolencia, y ello será un motivo que anadir a los muchos que de vosotros tengo ya recibidos y que me obligará, si ello es posible, a aumentar la gratitud de que os soy deudor.