Señores: Tristísima condicion de ingreso en estos venerandos Cuerpos es tener que relacionar el propio regocijo con la muerte del predecesor; y si algo infunde esignacion, ya que no consuelo, á mi ánimo, al parar mientes en esta dolorosa circunstancia, al recordar á vuestro sabio y probo y laborioso consocio Dr. D. José Birotteau, cuyos simbólicos despojos vengo por bondad vuestra á heredar, mas cuyo mérito no llegaré nunca á suplir; si algo, digo, me presta serenidad ante este acerbo contraste es, ciertamente, la consideracion de que yo tambien, á mi vez, y en plazo que ya no puede ser muy dilatado, habré de abandonaros para siempre, cediendo el puesto á otro que, por sólo ser otro, aventajará mis merecimientos, dejándoos cumplidamente compensados. No extraneis, pues, mi falta de expansion en esta hora en que tanto honor alcanzo. Por lo mismo que me contemplo feliz, no puedo estar alegre; que no conozco ni tampoco vosotros conoceis mortal alguno que, teniendo conciencia y corazon, no suspire de vez en cuando en medio de las más inefables dichas; por ser transitorias todas, y haber de labrarse la de unos con duelo de otros. Por donde toda mundana felicidad resulta mate de alegría, porque el propio corazon le empana el brillo con el hálito de mística tristeza. Quédense las puras alegrías para ninos y pájaros, y áun á ratos, pues para mí tengo que la verdadera sólo deben de sentirla los ángeles y los bienaventurados. Que entre ellos tenga Dios el alma de aquel ilustre socio que me precedió en el honor de ser vuestro companero, y de cuyo sitial vengo á tomar posesion con ánimo tanto ménos regocijado cuanto más hondamente agradecido.